Hace poco me enteré de la remasterización de Oxygene y esas cosas operan como recordatorio de que a veces es bueno revolver la vieja discoteca.

Volví entonces a escuchar una vez más este disco. Es un clásico y no necesita demasiada presentación, pero siempre hay quien no lo escuchó o directamente no está al tanto de Jean Michel Jarre.

Vale entonces decir que Oxygene es una obra maestra de la música electrónica y de la música, simplemente. Por un lado, la era de los sintetizadores análogos es fascinante, para quien gusta investigar sobre tecnología. Era un genial momento, de estos aparatos salían sonidos que simplemente no existían, que no tienen comparación con instrumentos tradicionales y ni siquiera con sonidos de la naturaleza. Jarre no fue el primero en entender la potencialidad de semejante novedad, pero es uno de los grandes maestros de la manipulación de la tecnología al servicio del arte, de la melodía en este caso. Porque, por el otro lado, el tipo además de visionario es un gran compositor. Oxygene (y su sucesor Equinoxe, también imperdible) es excelente música, que posee la frialdad de la tecnología y la calidez del ser humano que la utiliza.

Teniendo en cuenta que estamos a 32 años de su edición y todo lo que ha pasado con la tecnología en la música durante estos años, es conmovedor notar que Oxygene no sufre el paso del tiempo. Son sonidos demasiado lejanos como para estar atados a algo tan terrenal como el envejecimiento y melodías demasiado cercanas como para dejar de cautivar.