Hace tiempo que sabía que tenía que dedicarme a escuchar a Goldfrapp, desde el 2001 en realidad, cuando salió este, su primer disco. Y a principios de este año  escuché Head First, su último disco. Y me encantó tanto que decidí ir al principio.

Lo primero que uno se encuentra con Goldfrapp es la sorpresa, porque cada disco es sustancialmente distinto al anterior. Felt Mountain no tiene nada que ver con Head First, son completamente distintos, pero igualmente brillantes. Este disco es un exquisito viaje por paisajes musicales que suenan a banda de sonido de misteriosas películas románticas o policiales negros de alguna época dorada del cine. Tiene un poco de la última camada del trip hop de Bristol quizás, pero es básicamente atemporal. Allison Goldfrapp canta cual deliciosa mujer de shows nocturnos, vestido ajustado y piano que ha bebido. Excepto que no hay piano sino delicada electrónica que suena tan nostálgica como 88 cuerdas martilladas.

Una maravilla para escuchar cuando todos se fueron a dormir, o con alguien más que no tenga ganas de dormir.