Es un disco absolutamente de género, en este caso gothic metal. Y una versión bastante blanda de este género, ya que las guitarras están en un plano inferior. Lo que define la música de Chalice son los teclados y la voz de la adorable Shiralee, sumados a la flauta de Alana, que cumple un papel muy similar al violín de Martin Powell durante su estadía en My Dying Bride.

A este disco le encuentro cierto encanto que va más allá de lo original de sus canciones. Musicalmente, la banda pasa por sus mejores momentos cuando apuntan a una estructura más variada y progresiva como en To Death Betrothed, pero por lo general las melodías son muy simples y es fácil no perderse. Me parece que el encanto se da por su capacidad de crear un determinado ambiente, tan positivo o negativo como la predisposición de quien escucha lo permita. Y por la dulce monotonía de la música y la paz de la voz de Shiralee.