Agalloch - The Mantle
Portland, Oregon. Desconozco qué sucede en ese lugar pero el paisaje que describe Agalloch es árido y frío. Elementos como la madera y la tierra se materializan gracias a la música. Cualquiera esperaría que algo así naciera en climas más propicios como los de Noruega o Suecia.
Pero al saborear con detenimiento la música de Agalloch se siente con claridad que la tierra no aparece en el metal noruego, donde el frío es omnipresente pero tremendamente húmedo. Agalloch es frío, pero seco. En lugar de hielo, madera y en lugar de agua, tierra.
Por eso, si bien Agalloch no existiría sin Opeth, Empyrium, Ulver o Estatic Fear, eso no les impide manejar un lenguaje personal y perfecto que utilizan para crear paisajes capaces de imponerse en cualquier parte del mundo como queda bien en claro cuando suenan aquí sobre el cemento de Buenos Aires, un entorno tan ajeno al de esta música y que sin embargo se quiebra al instante y sin oponer resistencia.
Leo y releo estos párrafos y siento que no alcanzan. "The Mantle" es el disco del año, es la mejor manera de describirlo.